«No ser ya tentado más que por el más allá de los… extremos.»
EM. Cioran. «Ese maldito yo»
Ser capaz de ver los extremos, verbalizar los extremos, no significa vivir en los extremos. Los extremistas habituales, estamos familiarizados con los extremos, paseamos de uno al otro sin grandes aspavientos, sin detenernos en la escala de grises si hace falta. Pasamos de la revolución a la apatía absoluta. Pero, para descansar, preferimos los tonos medios, pues al lado del extremo, solo hay «el más allá», el abismo, el no ser, el dejar de existir, que también nos tienta, pues supone el descanso perfecto y absoluto. Pero hoy no, ¡Maaaañaaana!
Sin embargo a los grises, les molesta muchisimo que alguien, muestre o nombre los extremos. Se rasgan sus grises vestiduras. Ellos se pierden todas las gamas de gris que van desde sus grises hasta la luz y la oscuridad absolutas.
Perdonad la disertacion filosofica, pero la creo necesaria, porque solo los que siempre fueron grises cuando se instalan en el extremo, se quedan a vivir para siempre, deslumbrados por su luz o cegados por su oscuridad, al borde del abismo, a riesgo de un traspiés…
Actualmente percibo el riesgo de que una gran parte de la poblacion en general y de los profesionales sanitarios en particular, que siempre han sido grises, se vayan a vivir a los extremos, pero no al mismo extremo, sino a extremos irreconciliables…