por Lena
Si hay algo con lo que se me aprieta el corazón es cuando me encuentro con embarazadas, niños o guaguitas intentando tener un espacio y no ser aplastados en el Metro o la micro en los horarios de mayor congestión. Si el sistema de transporte público en Santiago ya es bastante malo, cuando uno está en una situación vulnerable es aún peor y lo más terrible es que la mayor parte de las veces no hay ninguna alternativa y no queda más que exponerse a esa masa humana.
Afortunadamente yo dejo a mi hija en un lugar a pocas cuadras de la casa, por lo que no tengo que usar el transporte público con ella, y las veces que lo hago, como para llevarla al doctor por ejemplo, lo hago en un horario descongestionado. Pero son varias veces a la semana las que yo sola uso la Línea 4 antes de las 9 de la mañana y veo como es realmente una odisea no ser aplastados. Incluso una vez me encontré con una pobre niña que andaba con un coche y aunque tratamos que pudiera subirse finalmente optó por volver a la calle e intentar tomar una micro, porque lograr meter un coche en un vagón en horario punta no es que sea una misión compleja, sino que es totalmente imposible.
Además del poco espacio y oxígeno que hay, también me llama la atención la poca seguridad de los transportes públicos. Es tan fácil que con un frenazo de la micro un niño salga volando y hay poco y nada con que protegerlo para que esto no suceda. Definitivamente la locomoción colectiva no tiene las garantías mínimas de seguridad para andar con niños, y lamentablemente para muchos es la única opción. Aunque debo reconocer que hay una especie de conciencia común acerca del tema y siempre que he andado en micro o Metro embarazada o con algún niño me han dado de inmediato el asiento, y lo mismo hago yo cuando veo a alguien en esa situación.
Foto: P.J. Furlong06